martes, 31 de enero de 2012

Hardcore y metal en el Quito del siglo XXI



El interés de los metaleros ecuatorianos por estudiar más sobre los movimientos a los que pertenecen, por identificar plenamente como la globalidad no minimiza lo local -y más bien ha terminado por desarrollar los elementos de pertenencia- ha hecho que investigadores empíricos (desde varias de las revistas rock metaleras del país) y académicos (desde publicaciones científicas y especializadas) logren trabajos claves para el entendimiento de este proceso que sigue en construcción a nivel nacional.

Si bien es cierto aún falta mucho por indagar, mucho por rescatar, por analizar y revalorizar dentro del rock y metal ecuatoriano, es saludable que vayan apareciendo obras que desde sus escenas particulares encuentren un sentido justificado y de alta sustentación bibliográfica (sin descuidar lo vivencial) tal y como lo verifica Hardcore y metal en el Quito del siglo XXI (FLACSO – Abya Yala, 2011) de Juan Pablo Viteri (1983), libro de reciente publicación.

Viteri (antropólogo visual) ofrece una lectura desde el apoyo que la productora musical Alarma ha desarrollado por visibilizar al movimiento hardcore quiteño, sea desde sus conciertos como de sus producciones; obra de urgente revisión por la problemática desmenuzada de un movimiento conflictivo, como ha sido el de Quito (con sus problemas de territoriedad y niveles sociales: norte vs. sur) con sus constantes confrontaciones entre el ser metalero y hardcorero, con el machismo imperante y la desvalorización de los actores femeninos dentro de sus filas (revisar el tercer capítulo del libro) y como la globalidad no ha afectado que lo local pueda adaptarse a esta aculturación.

Bien por esta clase de trabajos, bien por las universidades que apuestan en sus estudiantes y sus investigaciones, bien por que los metaleros ecuatorianos continúan indagando en torno al movimiento al que pertenecen.

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