domingo, 10 de agosto de 2014

Un partido de Ecuador y un concierto de Liran Roll



Por Cristian López Talavera



16h00

Estamos en el bar Garage Karaoke, en la calle Alonso de Angulo, al sur de Quito. Se da inicio al partido entre Ecuador vs. Honduras (20 de junio). En la mesa, junto a las botellas de cervezas y los cigarrillos, alguien deja al descubierto la entrada al concierto de Liran Roll en Quito, a la misma hora que el partido.

Como en una suerte de azar, decidimos primero ir al partido para luego presenciar el concierto de Liran Roll. Sabíamos, de antemano, que Liran Roll tocarían a las 8 de la noche. Estábamos tranquilos. Esperábamos una victoria de Ecuador.

Sin haber sido un gran amante del rock mexicano, el ver la entrada para el concierto de los Liran Roll, el recuerdo se confundió con la historia cegada de mis últimos años de colegio.

De ese periodo de aprendizaje guardo recuerdos muy claros, estaba repitiendo el cuarto año, cuando alguien me prestó un casete del TRI. Llegué a mi casa y grabé en un casete de mi padre, de un grupo de floclore (grabación que me costó una puteada), al escuchar ese grupo mi interés por el rock mexicano se acrecentó, así llegaron a mis manos bandas como Kafra, Luzbel, Transmetal, y un grupo novedoso, tanto en sus líricas psicodélicas con un tinte romántico, unos locos llamados Liran Roll.



16h31

Gol de Honduras. Las primeras frases que se escucharon luego de un letargo fueron: “Rueda puto, no sabes dirigir”. “Arquero de la Liga debe ser”. “Guagua ya estás viejo”.




16h32

Unas cuadras más arriba del colegio donde estudiaba, en el sector de la Basílica, existía la tienda de don Napo, ahí podíamos encontrar variada música de rock. Del colegio, a la hora de salida con los amigos, subíamos a comprar los casetes, antes como ritual, nos echábamos un cigarrillo, a escondidas de nuestros padres.

Los primeros discos de Liran Roll que conseguí fueron María, donde Antonio Lira con su guitarra negra, aparecían en la portada. Ella era a blanco y negro. El costo era de 2 mil sucres con portada a color, a blanco y negro o sin portada costaba a mil 500 sucres. De ahí vinieron los casetes Recuerdos, Momentos, Va por ti.



16h34

Gol de Ecuador. Enner Valencia, con un fuerte disparo de cabeza rompía las redes del arquero hondureño. Así, seis cervezas llegaron a la mesa.



16h48

Pilas, se acaba el partido y nos vamos de una que no tenemos las entradas, se escuchó decir por parte de alguien de la mesa. Otro respondió, fresco, si la gente no ha de ir al concierto, esperemos a que bajen las entradas. Toma y no jodas.

El partido seguía desarrollándose. Atrás de nuestra mesa, los espectadores fungían de directores técnicos, cada uno hacía sus jugadas ficticias. Otros, a lado mío insultaban a Felipao, como sintiendo que él les estuviera escuchando. Adelante, una pareja se besaba, a ellos no les interesaba la consecución del partido. En nuestra mesa lo que importaba era el alcohol y los goles de la selección.



17h05

Gol de Ecuador. Enner, eres un hijo de puta, se escuchó por detrás. Teníamos un nuevo goleador Enner Valencia conseguía el segundo gol, con eso nuestra victoria en el Mundial de Brasil 2014.



18h00

El partido lo ganamos. Salimos contentos del bar, nos ligamos unos chupos a la boca. Ya reunidos todos a las afueras del bar, caminamos rumbo a Chimbacalle, lugar donde se desarrollaría el concierto de Liran Roll.

Tomamos la Avenida Atahualpa, por la Alonso de Angulo, nuestra primera parada fue una tienda, donde nos abastecimos de unas dos botellas de Norteño. Mientras íbamos al concierto, las bromas eran parte de nuestro juego ritual. Todo eso sucedía mientras nos íbamos acercando al concierto. Caminamos las rieles del tren de Quito, y llegamos al local.



19h30

Como suponíamos, poca gente a las afueras del concierto. Esperamos a que bajasen las entradas, nosotros podíamos pagar 10 dólares. Pasamos 30 minutos e ingresamos.

Cuando ingresamos nos equivocamos, el local estaba casi completo. Al inicio, Sueño Eterno, banda legendaria en la escena metalera de Quito, ellos llegaron al escenario con una gran noticia, Salomón Jiménez, ex Sparta y ex XXX, estaba en la vocalización. Canciones como La fuerza del metal, fueron coreados por los asistentes. Además, estuvieron interpretando algo de lo que será su nueva producción discográfica. A continuación, la banda en presentarse fue XXX, con covers de Rata Blanca hicieron que los asistentes cabecearan y corearan cada una de las canciones, pero no podían faltar las míticas Dama de la oscuridad, o el gran Poder del metal. Para cerrar con la escena metalera, se presentó la banda Medieval, de Quito. Una gran energía de estos músicos. Además que sus canciones la interpretaron junto a los asistentes en el escenario, que de a poco se subían al escenario y así dar un ambiente familiar al concierto.



20h00

Había podido ingresar al camerino y estaba pegándome unas chelas con los Sueño Eterno. Conversamos sobre su historia en el Heavy Metal nacional, su aguante, a pesar de las adversidades. Los años de perversidad que era la escena metalera, años atrás. Se terminó la jaba de chelas que se pusieron los Sueño Eterno, al salir a comprar la otra jaba, se escuchó un intro de dos minutos. A eso, Antonio Lira hacía eco de Recuerdos, la canción inicial…

“Me encuentro tan solo/ mirando tu fotografía/ y yo me pregunto que cuál fue el motivo/ de tu partida/ dónde quedaron tus promesas”

La gente coreaba. Liran Roll se encontraba en la ciudad de Quito, luego de dos visitas que realizó a Ambato, la gente metalera de Quito estábamos disfrutando de la música de estos mexicanos, que desde 1991, vienen unificando al blues y al rock and roll y demostrando la grandeza del metal latinoamericano.

En la previa al concierto, se lanzó un video promocionando el evento, ahí, una voz de mujer decía: “Siente el silencio y cierra los ojos/ encontrarás en tu reflejo el enorme potencial del universo”, y cómo no íbamos a terminar alucinados, si en ese Barco Azul estaba la historia y nosotros éramos parte de ello.

Canciones como Dulce Ivonne, Recuerdos, Adiós Amigo, Barco Azul, Flaca, California, cuarto para las 2, Perdedor, sonaron en esa noche. Pero una de las canciones más coreadas fue María, aquella imagen donde muchos de nosotros “desperdiciamos nuestras media vida entre la sobredosis y el alcohol, entre las drogas, el sexo, y el rock and roll”.

Cabe recalcar que la gente se comportó muy bien en el escenario. Disfrutó bastante, entre cervezas y los ya más de 20 años de esta banda mexicana.

Ya entrada la medianoche la “raza” de los Liran Roll se habían ganado la energía del público quiteño, entre las canciones más coreadas estuvo Dulce Ivonne: “Tú luces hermosa si durmiendo estás/ dulce pequeña ángel de amor./ Tu risa contrasta con el cielo azul/ y con el rayo del amanecer del sol…”



23:30

El concierto llega a su final. Hay tiempo para las fotografías. La gente se sube al escenario, otros corren a los camerinos, todos quieren tener parte de esta historia “guajira” de los Liran Roll.

Salimos del concierto. A las afueras, los cigarrillos y el buen Norteño fueron parte de otra historia en este sur, tan amado, de Quito.


sábado, 9 de agosto de 2014

Megadeth. Un día para ajustar cuentas

Xavier junto David Ellefson.



Han pasado más de tres meses desde la segunda llegada de Megadeth a Ecuador. Un día memorable para los miles de fanáticos que se dieron cita en el Ágora de la Casa de la Cultura, en Quito, el 22 de abril. Un día que los acompañará mientras el metal continúe siendo parte de sus vidas.
Contactamos con uno de sus fans acérrimos y le pedimos que escribiera sobre su experiencia previa y en el concierto, el resultado ha sido una explícita y desbordante crónica que les hará rememorar los mejores momentos de este concierto.

Por Xavier Soto

I. Fan, forever
¿A qué hora sales? Esperaba impaciente en el parque mientras respondía que ya bajaba.
“Puta cómo es jodido trotar en esta ciudad, el sol pega tan directo y las montañas me acosan, no lo recordaba tan jodido la vez anterior. Cuánta gente a esta hora en el parque. ¿Será feriado o son desempleados? Bueno, aprovecho trotando, en Santiago y más aún en Buenos Aires no podré hacerlo sin ser interrumpido. Mis tendones tienen que estar a punto para el doble bombo que me exige. De vuelta al hotel”.
¿Chuta, será? ¡Claro que es! Amor, mueve pienso mientras la veo cruzar tan grácil. Vengo por ella y por la banda, pero vengo por ella.
­­­Ni sabes, acabo de ver al baterista corriendo hace dos minutos.
No jodas. ¿Estás seguro?, pregunta. Y casi que sí le digo, mientras busco alrededor del parque para reafirmarlo. Es que apenas lo vi de reojo.
¿Por qué no te quedas buscándolo mientras yo realizo mis trámites?
No, le digo, yo te acompaño, además no creo tener tanta suerte.
Nada, quédate acá y te timbro al salir del banco.
Bueno, pero creo que es en vano igual.
Me despido y deambulo en el parque de enfrente, recorriendo visualmente la periferia del parque en busca de un tipo gringo con cara de baterista. Y de pronto me pierdo entre la cantidad de gente subempleada y la que tiene tiempo para pasearse un lunes en la mañana en un céntrico parque de la capital; entre la señora del maduro con queso y un grupo de gitanas que ofrecían leer mi futuro en el café y el tarot, sin saber que leo esa tragedia en mi espejo todos los días, logro distinguir de nuevo al sujeto bastante alejado y me dije: ahora.
Corro detrás de él gritando ¡Shawn! ¡Shawn! Pero creo espantarlo pues acelera su paso e ingresa al hotel con más rapidez.
“Tres kilómetros, no puedo hacer los cinco habituales, la altura pesa, ojalá no me dé problemas en el show. Me esperan los muchachos para comer, mejor me apuro. Es un buen día para conocer la ciudad. Cómo que escuché que alguien me llamó. ¿Será que alguien me reconoció? Oh, un tipo con cara de alterado corre a lo lejos en mi dirección, mejor entro, no la vaya a cagar empezando la gira en Latinoamérica. Good morning”.
Dudo en la puerta al ingresar. Es un hotel de lujo y a veces los botones y la gente del lobby son como la verga. Qué chucha, entro.
Disculpe, ¿se aloja Megadeth aquí?
No sabría decirle, pero esto no es un lugar público así que le pido que se retire, me dice un tipo vestido de Pepe Grillo. A quién le pregunto también, pienso; mientras veo a David Ellefson saliendo al lobby y grito su nombre, a continuación un “a picture please”, en el inglés de Tarzán que me manejo, y él, muy amable y con una sonrisa dice “claro”. Me dirijo al Pepe Grillo: ¿podrías hacer el favor? No le quedó más. Sonrisa emocionada la mía, cordial la de David; le enseño la entrada y me dice “cool man, see you there”. Suelto un gracias y Pepe Grillo me señala la puerta. Primera sorpresa. Así empezó el concierto de Megadeth para mí.






II. Reckoning day
Después de seis años de su primera venida, el cuarteto formado en San Francisco, regresa para celebrar uno de sus discos más exitosos, Youthanasia, publicado hace 20 años, cuando ya reafirmaban su madurez musical sin dejar de lado la vena visceral que en base a guitarras técnicas progresivas, el speed propio del género, líricas bien pensadas y la voz del eterno líder, hacían una marca registrada en el metal mainstream.
Doce de la mañana del siguiente día. Una sola cola. Había estado nublado antes, pero el gracioso sol decidió hacer fila, la puta madre. Dar la vuelta es por gusto, no conozco a nadie, así que al fondo está vacío. Ella vino. Almuerzo de vereda y escocés, sí, jamás imaginé tomar Doble Black en una fila (ni en ningún lado) pero era Megadeth, entiendes, y ella trajo mi segunda sorpresa.
Ya tostados entramos golpe de seis de la tarde y a esperar. Las horas invertidas en el viaje (sin hablar de lo monetario) las horas en la cola, todos los dolores acumulados quedan en stand by mientras se está ya dentro del recinto. Ya pasó el tira y jala con los pacos y la seguridad interna, el público ha madurado, ya se comporta, no decide romper la valla, bueno yo, pero porque estaba entonado, pero solo yo. Así que más quietos se espera a Basca.
Basca a estas alturas se ha convertido en la banda del hermano mayor que tenemos en el Ecuador, o sea a base de persistencia, registros discográficos, un puñado de canciones que han calado entre los oyentes que crecimos sintonizando radios AM, a las que tenías que poner de cabeza o improvisar un cordel como antena (hablo de mi generación en Guayaquil) y girar por todo el Ecuador, quizá es la banda que más hemos visto en escena y por ello se los ve con bastante cariño y empatía, pero cuidado con la sobreexposición como telonera de las bandas internacionales.





Basca en escena. Falla el sonido de entrada. En las dos primeras canciones apenas se escuchó a Juan Pablo, el vocalista, pero ya con cancha manejaron la situación y el público comenzó a cantar de memoria sus canciones, igual no deja de ser una falta de respeto por parte de la producción, sobre todo en lo que vendría después. Clásicos sonaban e incluso presentaron una canción nueva: “Agresor convicto”, muy en la línea de su último trabajo, confirmando el compromiso como artistas de esta leyenda cuencana manteniéndose en vigencia, el cierre con “Ándate” y sacadero de chucha en el pit. Se despiden agradeciendo el apoyo, a pesar de todo, no es culpa suya muchachos.
Esta es la espera más fatídica en los conciertos y la más larga; empiezas paciente como la naturaleza, y como esta, todo se va haciendo añicos, más cuando giras y ves a las cuatro mil personas alrededor, la bandera gigante con el logo de la banda, y si bien en mi caso es la segunda vez que veo a la banda, y por supuesto no será la última, nos cobija el mismo entusiasmo de poder presenciar a uno de los pedestales del thrash mundial, el género que pisó el acelerador con contundencia y crítica social, escapando un poco a la fantasía del heavy y que fue puntal para el metal extremo; por otro lado vamos a ver a Mustaine, el compositor y una de las guitarras más reconocidas dentro del género, su figura se erige a la par del nombre de la banda que él creó como Lemmy o Alice Cooper, una banda parida desde el orgullo y la rabia después de la consabida historia de su expulsión de la otra banda gran banda de San Francisco, sonar más rápido y mejor fue su consigna y a muchos nos parece que lo consiguió.
Nueve y treinta. Megadeth retorna a las tablas ecuatorianas que conquistó hace unos años atrás en la Plaza de Toros. Se apagan las luces y reconocemos su melena pelirroja saliendo de la oscuridad y sin darte respiro, un onda expansiva sale del escenario con las  guitarras acuchillantes de Hangar 18, una de las joyas del Rust in Peace (mi favorito) y se prendió la mecha de una bomba. ¡Para eso venimos chucha! “Inteligencia militar, dos palabras que juntas no tienen sentido”, ja, ja, ja, me agradas Mustaine.





En seguidilla suena “Wake up dead”, con todo sus cambios de ritmo y el virtuosismo en todo su esplendor. Aquí más que en otras canciones se nota la técnica de la araña (The spider chord) que él inventó en sus inicios. Lo ha perfeccionado ahora y ha sido emulado por muchos.
Los acordes suaves de “In my darkest hour”, dedicada a su amigo Cliff Burton, fueron recibidas con escándalo por tratarse de las más emotivas. Y vaya que acá Mustaine demuestra su calidad compositiva y melódica, una muestra:
Después del intro melódico, empieza una marcha de riffs heavies que acompaña el reclamo de un novio afectado en su hora más oscura: “En mi hora de necesidad ¡ja! tú no estabas ahí / y aunque te busqué no me diste la mano / en mi hora más oscura tu gracia no brilló en mí / eso se siente frío, muy frío / nadie se preocupa por mí”. Y cuando se pone más serio acelera el tiempo: “¿Pensaste alguna vez si me siento solo?  (…) No sabes cuánto me costó encontrar mi espacio y satisfacerte también / ahora que muero por ti / aún se me eriza la piel al respirar tu nombre”. Y acelera, acelera mal: “La soledad no solo la sienten los tontos / solo trato de aliviar el dolor deseando ser abrazado a ti / solo, tan solo, estoy perdido / ¿no me sostendrás de nuevo? Tú solo te reíste, ¡perra!”. Y ya todo va mal, el tren comenzó a andar con todo, menos con el sonido, comenzó a fallar ligeramente, pero aún soportable, haciendo que después de “Kingmaker” se parara por primera vez el show.
En esta pausa Dave demostró la apertura de su personalidad, pidiendo disculpas por el problema de sonido, interactuando y pareciéndose sentir cómodo con el cariño del público en esta parte del mundo. Hace unos años atrás, en la Plaza de Toros, donde sembró esa semilla de relación con el público cuando encontramos un Dave humilde y afable, entonces teníamos la imagen del tipo rudo que tenía problemas de manejo de la ira que le costó ver desfilar más de una decena de músicos en su banda y peleas con otras como Metallica, Slayer, Motley Crüe, etcétera, pero con el devenir de los años o algún tipo de experiencia personal, lo ha vuelto más sociable y esta vez se potencializó su relación con esta tierra de volcanes que bostezan a menudo.
Reinician con el “Hello me…” del clásico Sweating bullets y su diálogo consigo mismo del personaje torturado por la locura donde advierte que si no termina esa guerra en su cabeza terminará muerto. En seguida “She-wolf” y en el clímax de la canción, que es el duelo de guitarras de riff heavy junto con Chris Broderick, se acercan al borde del escenario para deleite del entusiasta, lo que hace que no se sienta la mordida y falla del sonido de manera fatal, molestando a la banda. Aplausos Prosonido. Otra vez el líder de la banda aproxima a los asistentes.
Regresan a tocar “Dawn Patrol” y se presentan sendos problemas de audio y además en las tres pantallas de video de fondo, que debieran soportar la parte del show más allá de la música, como una banda de este calibre merece. Esto dejó de ser divertido para Dave y el resto. Se paró el show alrededor de 15 minutos hasta estar seguros de que esté superado el desastre. Regresaron directo a sus instrumentos sin interacción, entendible, para hacer sonar “Poison was the cure”, como para de entrada recuperar el ánimo de ellos pues igual la gente los animaba y entendía que no era problema de ellos y todo bien.


El trofeo de Xavier.



Con su lugarteniente David Ellefson, su compañero de juerga de inicios y el bajista de los discos más clásicos animando y el artillero Shawn Drover desde las batacas soportando el inicio de “Trust”, la fiesta se volvió a encender, aun así Dave haya cantado con mal español (como todos los gringos que lo intentan) “...traicionados por la lujuria” para luego comenzar el set del disco en homenaje.
Y es que con Youthanasia, lanzado en Halloween del ’94, en medio de una época dura para el metal, ya que el grunge estaba en todo su apogeo y los grupos ochenteros pasaban por crisis de receptividad, Megadeth supo salir adelante con la fuerza de sencillos como “Reckoning day”, donde el riff de guitarra como ferrocarril en movimiento sostiene el ritmo de la canción. El vídeo de la clásica portada del álbum con los bebés colgando en un tendedero se proyectaba en la pantalla y luego la canción del disco en tributo “Youthanasia”, que ha sido re ensayada para esta gira, canción no muy tocada para otras ocasiones y por ello fue solo preámbulo para una de las más coreadas: “A tout le monde”, la canción de despedida donde se nos invita a sonreír al recordar al ser amado que se ha ido “…a tout les amis” -que chucha si todos somos gringos por qué no cantar en francés también- siendo tal la respuesta de sus “droogies” (como Dave llama a los fans, basado en como llamaba Alex DeLarge a sus compinches en La Naranja Mecánica) que simplemente nos dejó cantar para terminar aplaudiéndonos todos y a unos centímetros del suelo.
Y si empezaron con velocidad, tenían que rematar a morir. Bombo de Shawn marcando el compás para las palmas. Oh ese bajo de Ellefson, un tic en la pierna y un nervio desconocido se despierta; guitarra de Mustaine, ¾ de boca abierta “What do you mean, I don't believe in God?” se siente como la más eléctrica de las versiones de “Peace sells…”. En el remate final se desarma el Ágora, se agitan las melenas, el mosh se prende, retumba la casa, la mascota Vic Rattlehead sale a escena como político agitando a las masas al desenfreno y empujándolo al filo de la anarquía. Termina y un segundo después estamos gritando el “Megadeth, Megadeth arrecho Megadeth”. Grita Ecuador tu país, “Symphony of Destruction”, ya para estas alturas lo reconozco, ya no se extraña a Marty Friedman, a pesar de ser un romántico, pienso que Chris Borderick supiló con creces al zambo y se ha posicionado como la mejor dupla guitarrera para Mustaine, le falta construir un clásico.
Dave agradece la respuesta, le pasan una bandera tricolor, la coloca en los hombros, la amarra al pedestal, hace un amague con la guitarra y arranca con uno de los riffs más honestos  y viscerales del heavy metal que promete pisar el acelerador a fondo. Política y religión cobijan al mundo para ser llevados como ovejas y lavarnos el pensamiento canta el “colorado” y podría fundar un estado en este recinto, afuera que se jodan. Imágenes de líderes políticos al fondo, hace una pausa para presentar a la banda con Shawn manteniendo el ritmo, el mismo de las pulsaciones del corazón y remata con la coda final y el tren se descarriló a propósito y Mustaine decidió estrellarnos con una pared y nos fuimos a la mierda, las dos guitarras desmoronan los cimientos “...of the overdose” y aporreo el aire con mi cabeza “and the lack of mercy killers”. Baja el volumen, qué velocidad tiene esa vaina! Carajo córtate el cabello “mercy killers, mercy killeers”. Tengo una guitarra de carne a mi lado donde los acompaño en el solo “kileeers, killeeeers” ¿bramó un volcán? “next thing you know they’ll take my thoughts away”. Fin.
Ovación afónica, más brazos que voz, alguien coronó acá. Vuelve a agradecer por tolerar los problemas técnicos, prometen volver y los volveremos a ver; de tan buen humor estaba Dave que bailó, en serio bailó e hizo “air guitar” cuando estaba saliendo del escenario con “My way” de Sid Vicious.
Eso de tener el corazón lleno de música te devuelve optimista y quieres más tiempo; a la salida tercera sorpresa: me regalan una vitela firmada por Mustaine caída en manos equivocadas. Fue mi día de ajuste de cuentas, ya puedo acogerme a la Youthanasia.