viernes, 17 de marzo de 2017

Un titán andino



Por Cristian López Talavera
Fotos tomadas de internet

Cuando a Elkin Ramírez le dieron la noticia que su vida se enfrentaba a un tumor maligno en el cerebro, en julio de 2015, canceló la gira que tenía programada; pese a su enfermedad, el Titán del Rock no desmayó en su propósito, el Kraken VI: Sobre esta tierra.

“Hay hombres que dan la vida por un ideal
hay otros que son solo herida porque son su propio puñal.
Los mediocres no suelen cambiar,
solo creen en la suerte,
pero hay hombres que ven más allá
sin temor a la muerte.
Aquellos laberintos sin salida”.

Así reza la letra inicial del álbum. Y sí, Elkin Ramírez fue un hombre que vio más allá, desde sus inicios, cuando un amigo de secundaria le prestó un casete de Led Zeppelin, tenía 16 años y los sonidos del rock se hicieron parte de su cotidianidad.
Amante de la poesía, Elkin nació en el barrio Belén, en Medallo (como lo describe Vallejo), cerca del lugar donde Carlos Gardel falleció en un accidente aéreo. Y es el propio Gardel y los discos de su padre que sus inicios musicales lo tuvo en los sonidos del bolero, el tango y la música clásica.
En las últimas entrevistas que el Titán diera a un diario colombiano, El Tiempo, manifestaba: “…escuchaba un día a Los Tres Ases, pero también a Chopin, Mendelssohn, y luego a Piero, Ana y Jaime, y luego a Mozart”. También, en una entrevista a un medio venezolano, El templo del rock, al hablar de la influencia de su familia en sus gustos musicales revelaba “Él (su padre) continúa enseñándome y participándome de sus conocimientos y de su pasión por el arte en general, la historia, las grandes civilizaciones y por la vida. Con mi hermosa y mágica madre comparto su amor y pasión por la música popular y sus grandes exponentes, con nombres, exponentes, fechas y anécdotas personales.”
Autodidacta, desde pequeño se sintió atraído por las artes plásticas, y sin dudarlo “me dispuse a jugar con lápices, colores, arcilla, yeso, hasta llegar a realizar vaciados en bronce bajo la técnica de la cera perdida”, esto determinó el trabajo artístico en que consistió su proyecto Kraken, investigación en el canto coral, el mismo Elkin era quien diseñaba las portadas de los discos de Kraken. El Titán de su primer álbum fue su creación, símbolo e himno.
“Considero que es importante tratar de aportar para complementar el contenido temático del álbum con las imágenes o el concepto de sus portadas para unificar y fortalecer su lenguaje.”



Todo hombre es una historia. Elkin es la historia.
En 1983, por invitación de Hugo Restrepo, guitarrista de la banda Kripzy, Elkin Ramírez se inicia en los caminos del quehacer artístico. Empiezan los primeros conciertos, las primeras notas, influenciadas por Led Zeppelin, Judas Priest y Black Sabbath.
Ya en 1984, junto a Jorge Atehortúa, Hugo Restrepo, Gonzalo Vásquez y Jaime Tobón se conforma la banda Kraken.
“Cuando de repente escuché a Rob Halford, dije: Uy, juepucha, ¿qué es esto?”
Así dan sus primeros conciertos, el más recordado el del Museo El Castillo. En 1985, se incorpora Ricardo Posada en la guitarra, Kraken se institucionaliza y así comienzan sus primeras líricas que darían como consecuencia su primer álbum, el Kraken I. El camino no fue fácil, una disquera, al grabar un sencillo le pidió que vendieran 500 copias, Kraken, por supuesto, sobrepasó las ventas en un concierto en vivo.
Kraken, en 1986, tendría su primera oportunidad de presentarse en vivo, junto a la banda Santuario, de Brasil, ante 6 mil personas, para luego dar una gira por Colombia.
Kraken I significó canciones que explicaban los problemas existenciales de los años 80s. Estereotipos para el roquero pelo largo, violencia, asesinato. Así, nace Todo hombre es una historia:

“Era un chico de mi barrio
que tildaban de ordinario
al no ser como los demás
Y con su pelo en hombros
se le escapó
un día a toda esa opresión”.

“Sentía que no había un mensaje directo que plasmara la realidad social del muchacho antioqueño, y en ese momento la mafia se tomó a Colombia”.

Desde sus primeros discos, Elkin entendió que las letras deben cuestionar, decir.


Reciprocidad y complementariedad andina en el Titán.
Luego del éxito que fue el Kraken II, especialmente Vestido de Cristal, en 1990, llega el disco Kraken III. Disco que confronta al sistema capitalista, el sur se contrapone al norte, el diálogo del “zorro de arriba y el zorro de abajo” (Arguedas). La canción inicial da fe:

“Nacimos hijos del sol
brotando sobre nuestra tierra
somos fruto que gime
Es la verdad, latino soy
más que gritarlo me llena
si una ignorante inquisición
fue conquista en su misión
la decadencia fue ajena
yo nunca ignoro el valor
de sentir y ser Libre”.

Elkin conoce que es necesario (re)abrir un diálogo intercultural, que se una el conocimiento de occidente con los saberes andinos. Lo urbano y lo rural para poder mantener un equilibrio para el bien de la sociedad.
Por eso es importante, llenar de poesía y música para llenar de solidaridad a un pueblo carcomido en la miseria y la violencia.
Constituida esta imagen, aparece el Kraken IV, Piel de cobre. Un disco cargado de identidad latinoamericana, el rescate del mito andino. El reencuentro con su otro: “Tengo pasado e identidad, de aquí soy y aquí pertenezco”.
Cuando la reciprocidad se aplica se logra la armonía en el trabajo y se genera sostenibilidad. La complementariedad es el motor de la organización.
“Blanco imperio sobre el agua, silenciosa y siempre extraña.
Si ahora bajo el mundo lloras, serás escuchada, ciudad de mil batallas”.

Elkin Ramírez entendió que hay que volver a nuestro pasado con respeto y afecto. Rescatando el grito andino.


El recuerdo de un rockero
Piel de cobre fue mi primer casete de Kraken, tenía alrededor de 14 años, rondaba el año 1999, la crisis en Ecuador crecía, y el símbolo del Che Guevara era el referente de lucha. Habíamos festejado la gran victoria del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru en 1996; el comandante, Néstor Cerpa era la imagen que pintábamos en las paredes de Quito. La música de Kraken se presentaba con ese ideal de izquierda, del hombre latinoamericano. Mil quinientos sucres, me costó el casete. Luego vino el Kraken III. Siguió la crisis, con ello el cambio del sucre al dólar.
El rock sin fronteras, fue el festival que trajo a Kraken junto a Bajo Sueños, pero el concierto que catapultó a la banda colombiana en Ecuador, fue la concebida por Fábrica Rock: Rata Blanca y Kraken en el Coliseo Julio César Hidalgo, abría la banda ecuatoriana Abadon, el costo 12 dólares. Recordar ese concierto, canciones que se volvían himnos. Éramos muy jóvenes, dejábamos las piedras en la esquina para vestirnos de negro y metal. Coreábamos cada una de las letras, no nos importaba la crisis, asistir a un concierto era nuestra libertad.
Así llegaron muchos discos más, las letras del Titán eran nuestra memoria. En una firma de autógrafos, yo estudiaba en la Universidad, Kraken asistió a un bar por la Versalles, unas 30 personas esperábamos al maestro. Se acercó mi turno, de la maleta extraje mis cds y una bandera, y le dije: “Maestro, gracias por todo. Eres mi escuela, este cd y chompa quiero que me lo firmes solo tú”. Elkin se levantó de su silla y me dio un abrazo. Me manifestó: “Gracias por tus palabras”. Compartimos una chela.
El 10 de septiembre de 2016, Elkin Ramírez cumplía con su promesa y el Kraken VI: Sobre esta tierra, veía la luz. Ya conocíamos su enfermedad.
Y fue el 29 de enero en horas de la mañana que nos enterábamos de la noticia. El maestro, Elkin Ramírez, descansaba para siempre.
En la cuenta de Facebook se informaba: “Lamentamos informar que después de una fuerte y desigual batalla, nuestro Líder y hermano Elkin Ramírez ha partido.” 
Solamente se me ocurre cantar el himno, que muchas veces coreamos junto al maestro:

“No vivas para ser, por temor,
la presa de otros sueños.
Se vive una vez para ser
eternamente
libre.”

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