viernes, 12 de abril de 2024

Rosa Negra una actitud vergonzante

Cristian López T. junto a la banda Reencarnación.


Por: Cristian López Talavera

 

Cuando tenía 14 años tuve una actitud vergonzante, la cual marcó mi vida de adolescencia. Cursaba el tercer curso de Bachillerato, de mi mochila extraje un walkman y un casete de la banda española Leño, una voz al frente mío “has escuchado Rosa Negra”, regresé a ver y era un compañero de curso, Andrés Guerra, años después se suicidó, a lo que respondí que no, me miró y me dijo “no has escuchado nada”. En ese momento no supe qué responder. Leño era una banda que encontré stalkeando entre diversas bandas de metal, alguien me había contado de ese buen heavy metal. Andrés sacó de su bolsillo y me dijo cambiemos, me dio un casete de Rosa Negra.

En la tarde llegué a la casa, saludé a mi madre, no almorcé, sino que fui directo al equipo de sonido y puse el casete que no había escuchado en el colegio. “Con su veneno te pueden enganchar/ consumen tus huesos/ los tenemos que exterminar”, la primera rola Parásitos tenía todo lo que requería el rock and roll de la época: rebeldía y libertad como ese camino a accionar colectivamente una poesía vivencial, y esto determinaba cuando escuché Condenado a vivir. En Ecuador, la convulsión política desbordaba la ira de los jóvenes, que en medio de su irreverencia accedíamos al rock como una forma de enfrentar a la realidad, y el disco de Rosa Negra era esa furia en estado salvaje expresada en una violencia simbólica que representaba a una generación inconforme. Fuimos esa generación vergonzante que expresamos la protesta no por las armas, sino por el arte, no por la destrucción ciega y sistemática, sino por la creación lúcida, la música. En el Beso de Judas expresa “mi mano está aquí/ falta tu voluntad”.

Rosa Negra confirmaba lo que siempre he creído que el rock es una casa en donde se refugia lo arbitrario, lo irracional, los rebeldes sin causa, más allá de ese entretenimiento hay una estética de rebeldía, esas experiencias subjetivas sutiles, pero que enfrentan a un sistema que intenta normalizar al sujeto. 


Público quiteño asistentes en el concierto.

 

Después de ese Rosa Negra apareció el Beso de Judas, el gran Napo (personaje histórico en el rock de la capital) fue quien comenzó a desempolvar ese gran metal español de los 70-80. Don Napo tenía una pequeña tienda de casetes y acetatos en el centro de la ciudad, lugar donde los roqueros capitalinos y de otras regiones del país se dirigían a adquirir material rocanrolero, fue ahí donde pude obtener discos de Santa, Obus, Marea, Barón Rojo, y los grandes Rosa Negra.


La llegada de Tony a Ecuador

En el mes de enero se anunció, por medio de redes sociales, una gira de la banda argentina RetroSatan, era la felicidad, días después se anunciaba la llegada a Guayaquil de la banda española Rosa Negra. La noticia alegró a muchos roqueros quiteños, algunos llevaban 40 años esperando ver a esta banda su música en directo, otros los de mi leva, unos 25.  Tener de cerca a Tony León se convertía en el sueño hecho realidad. Muchos dudábamos de la llegada, por lo que no nos apresuramos a comprar la entrada (pre-venta), debido al toque de queda impuesto por el gobierno ecuatoriano, y también porque no se anunciaba el concierto de RetroSatan, surgieron las dudas hasta la llegada del gran Tony al aeropuerto de Guayaquil. El sueño se estaba haciendo realidad. 


Orion.

El día del concierto

El lugar del concierto era el Bar Restaurante Nicotina, en un lugar turístico de la ciudad, el barrio Las Peñas. El concierto estaba anunciado a las 19:30, debido al toque de queda por lo que el concierto debía empezar puntual. La banda Orion dio inició al show, con una potente descarga de heavy metal, dando aviso a una tremenda fiesta metalera que se avecinaba. La segunda banda en subir al escenario fue Carbino, temas como Abismo o Transición demostraron que en Ecuador se están gestando bandas con gran nivel técnico. Unas 300 personas ya estaban en el local.

Parafraseando a Henry Miller diría La esperanza que todos tenemos (de asistir a un concierto) es encontrar un hombre que coincide con nuestro modo de ser, así que pude saludar con varios amigos. Antes de ingresar al concierto, conversamos de mucho Heavy Metal, de los conciertos idos y recordados, había mucha emoción en los asistentes de poder ver a Rosa Negra.


Carbino.


Con toda esa catarsis, cerca de las 8:30, Tony León subía al escenario. No había llegado la banda completa, pero eso no importó a los asistentes, sabíamos que estábamos frente a una leyenda del buen Heavy Metal español. Junto a Tony, los músicos que le acompañaron en esta noche fueron Daniel Rodríguez, en la guitarra; Henry del Valle, en la batería; Andrea Octavia, en los coros; Steven Moran, en los teclados; y, Carlos Chávez, en el bajo. Gran alineación, que hicieron al público disfrutar de uno de los shows que quedará en la memoria en la historia del rock ecuatoriano.

El show se dividió en dos partes. Los inolvidables 1984, en que salía a la luz Noche de Esclavos, bajo las luces, la guitarra de Daniel Rodríguez se compactaba con la magnífica voz de Tony, y comenzamos a corear “Atención, es de noche en la ciudad/ hay miradas de intención/ una emoción/ se abren las puertas que ya empezó…”, todo era un juego, los asistentes comenzaron a saltar. Todo ese juego (la metáfora del sonido del Heavy Metal) se estaba escribiendo en la historia del rock en el Ecuador. Un poco de coordinación entre los músicos hasta que Tony dio el visto bueno y la batería de Henry del valle anunciaba la rolota Volcán, la gente se agolpaba al escenario con los puños en alto coreando “no tengo miedo a nada/ lucharé”, como diría Rosa Negra, Ecuador estaba pisando fuego/estábamos pisando el infierno, Ecuador estaba quemándose en el infierno del rocanrol. Tony tomaba el micrófono para decir que le gustaba la ciudad de Guayaquil y se lamentaba que tuvieran que pasar 40 años para poder compartir un concierto así. “Gracias a ustedes por ser roqueros, y porque esta noche sois Rosa Negra”, y daba inicio a No me llames señor, la noche entraba en un cúmulo de emociones porque sonaba una de las rolas insignes de la banda Paranoicos “quién nos mira/ paranoicos no hay salida/ asustados/ paranoicos señalados…perturbados/ paranoicos olvidados”. Para este momento el bajo de Carlos Chávez estaba confundido con la gente, mientras la voz de Tony compartía con los asistentes en los coros. Así, la noche contagiaba de alegría al bar Nicotina con grandes rolas como El hombre bala, Es falso, aquí no podría faltar el “ole ole ole Rosa Negra” entre aplausos y cerveza. La primera parte terminó con la rolota Traficantes de rock que es una tremenda crítica a quienes comercian con la música rock, a ese imperio de la música.


Tony, vocalista y líder de Rosa Negra.

Recién habían pasado unos 40 minutos, la energía empezaba, todos eran unos adolescentes, recordábamos la época del colegio, de los tapes y acetatos, de los casetes de Betamax o del VHS, que eran parte de nuestra colección.

La segunda parte empezó con La Rosa, A la caza del Zorro. La adrenalina retornó cuando sonó Vuelo sin motor, esa rolísima de 1985. “Levanta el polvo de las nubes con sus manos/ solo el silencio se convierte en un abrazo…/ Vuela en caída en libre…/ no hay espacio límite”, los coros y la dulce voz de Andrea Octavia daban color al concierto. El ojo del huracán era Guayaquil. No podían faltar las baladas, algo que representó en demasía a las bandas de los años 70-80 en España, de las más importantes Rojo Cielo Atardecer, Tony dedicó a las mujeres roqueras guayaquileñas “Rojo cielo de atardecer/ un grito al aire/ no puedo respirar…/ hay fuego en mi garganta/ he tocado fondo esta vez/ no consigo olvidarla…”. La noche en Guayaquil estaba en el infierno Rosa Negra. “Rojo cielo es un infierno de mujer”.

El pedazo de joya que es Espejo del agujero “Madre…/ hoy me rechazas por ser lo que soy/… no viviré/ siento miedo, Madre/…sólo camino a seguir/ sólo pisando basura/ sólo negro porvenir/ sólo burlando a la muerte…”. A este tema siguieron Kamikazes, y el símbolo de Rosa Negra El beso de Judas, nombre que lleva uno de los grandes discos del rock español. “Como he de prevenir/ lo que no puedo evitar/ cuántos inocentes van/ si no sabes salir/ y hay oportunidad/ mi mano está aquí, falta tu voluntad”. La noche estaba siendo la perfecta en nuestras vidas. La memoria y el rock unidos en un sonido, en un concierto.


Tony.

La noche de Rosa Negra llegaba a su fin con A bordo de la ruina, y sí:

“Heavy o rock and roll

Sonido atronador, es total
Luces de neón, pierdo el corazón

Sudando, descargando…

Voy a volar, es mi noche azul
Voy a gritar donde haya luz”

 

Memoria y puñal desgarrada en el pasado rojo atardecer

El domingo. El retorno hacia la realidad. En el viaje a Quito recordaba una frase de Emily Dickinson, en donde las dichas y las tristezas forman una arquitectura en nuestras vidas. El eterno retorno siempre desentraña fragmentos de nuestras vidas “Cada instante de dicha/ se paga con dolor/ en proporción intensa y temblorosa/ con la felicidad”. Aquel 09 de marzo de 2024 fui feliz. Ya lo otro que quede en el poema del diablo. Hasta otro próximo concierto.

 

DATOS DEL CONCIERTO:

Organizador: ROCKQUIL

Tony León (Vocalista, Rosa Negra)

Daniel Rodríguez (Guitarra)

Henry del Valle (Baterista)

Andrea Octavia (Coros)

Steven Moran (Teclado)

Carlos Chávez (Bajo)

 

Lugar: Bar Restaurante Nicotine.

Fecha: 09 de marzo de 2024.


viernes, 16 de febrero de 2024

Machala Rocker: informar y resistir


Descabellado, esa sería la descripción corta de la labor de continuar en la actualidad tras la edición y publicación de un fanzine metalero. Una labor descabellada y que para algunos podría no tener ningún sentido en una época donde lo virtual predomina, sin embargo, no es así, porque hay (en la continuidad de un medio), un sentido contradictorio a la instantaneidad preponderante de productos virtuales.

Así, MachalaRocker, medio procedente de la ciudad de Machala, y que en sus inicios fue un informativo y luego se convertiría en un fanzine, continúa en sus actividades. Una tarea que denota un compromiso de su editor, por mantener el sentido underground, esa esencia de lo subterráneo, de todo aquello que vive y late desde las sombras, en un estado físico, en esa rareza a la que aún muchos privilegian.

El número 111 es una pequeña joya informativa necesaria de conocer. Tres entrevistas (destacando el diálogo con Masacre, a propósito de su reciente visita en nuestro país) y una reseña conforman esta edición que se distribuye de forma gratuita (porque hay un propósito de difusión).

Los fanzines metaleros nunca fueron realizados con un propósito comercial, y Machala Rocker, es el mejor ejemplo de que se puede continuar informando y mantener la esencia subterránea. Hay vida metalera más allá de las redes sociales, y este informativo es un ejemplo destacable.

 

miércoles, 12 de julio de 2023

Alburia: la música debe ser como el aire

 

Por: Cristian López Talavera

 

¿Por qué no muero tranquilo/ esta agonía es sin fin/ en dónde está la salida/ aquí el castigo es vivir?, esta letra corresponde a Alburia, una banda quiteña de rockandroll&blues, formada en el año 2021, en el bar La Oficina, cerca de la Plaza Belmonte. La letra corresponde a la canción Zombie, “Trata sobre un man que no tiene ganas de vivir, si cachas, la depresión”, nos dice Pato, su vocalista. Así empezamos la conversación con los Alburia, en el departamento de Williams (percusiones) y José Luis (bajo), quienes son hermanos, entre los tres han creado una de las bandas con un gran crecimiento en la escena roquera de la capital.

El departamento donde los Alburia ensayan queda en el sur de Quito, el encuentro es a las 16 horas. Al llegar y antes de timbrar la puerta de la casa, se escucha Zombie, acaba la rola y timbro, sale a recibirme José Luis, saludamos e ingreso al lugar donde esta banda practican martes y miércoles, es un cuarto pequeño, en las paredes están poster de los conciertos que han sido invitados, algunos reconocimientos, un pizarrón donde están las canciones que han venido ensayando a lo largo de estos dos años. Hay una bandera grande con el logo de Alburia y una botella de Sunny, pero que contenía pájaro azul. Saludo y les pregunto sobre la canción Zombie, y ellos comienzan a reflexionar sobre la depresión y la angustia del vivir.

 

Hoy que el virus infectó/ el centro mismo de mi alma/ me deslizo sin sentido/ sin sentimiento de nada/ oigo el trino de los perros/ y el ladrar de un pajarito/ que se comen uno al otro/ pero a mí me da lo mismo

 

La letra de Zombie se construye como la roca de Sísifo y ese retorno a la que los seres humanos estamos condenados en vida, a la tragedia de la condena. ¿Cómo se toma conciencia de la tragedia?. Para los Alburia esa tragedia se convierte en juego de palabras, según la RAE hace referencia al azar o la suerte y suele usarse en frases como "no dejar nada al albur". Ellos se encontraron en un bar y decidieron unirse para hacer música. Pato nos dice que él, desde el colegio, tenía un cuadernillo de poemas (que se perdieron cuando se divorció), y de ahí retomó, recordando la letra Zombie.

Cuando les pregunto a los tres sobre qué significa Alburia en sus vidas cotidianas, ellos me responden que es una transformación, Williams me dice que fue una nueva vida, si bien, parece que el destino confluyó en unirse, pero fue un cambio en sus vidas.

 

Con mi banda fuimos a tocar en algún bar/ el sonido fuerte despertaba a la ciudad/ esa linda chica que juré no verla más/ ahora me miraba con su lindo encanto sexual/ ahora qué dices nena/[…] ahora que sabes que llevo el rock en las venas/

 

La canción Rock en las Venas habla sobre ese cambio que Alburia significó para este trío quiteño. “Cuando iniciamos éramos el Williams, dos panas y yo, pero en el primer ensayo, salieron los panitas, nos quedamos los dos”, nos dice Pato, “luego le pregunté a Will, qué hacemos, seguimos o qué, el Will nos dice, digámosle a mi ñaño, el José. Hicimos el ensayo entre los tres, y la conexión fue directa. Al tercer ensayo teníamos dos canciones hechas”.

 

La pandemia influyó en la sensibilidad de los artistas, el encierro, la monotonía, la tristeza, la depresión fueron causales para que el país cambiase ante la visión de la realidad. Aquí nace esa paradoja entre el existencialismo y ese modernismo, tan creciente, y todo eso se transmuta en expresión artística.

 

Pero tampoco hay que dejar a un lado la conciencia política que despertó la pandemia y las políticas antipopulares de Lenin Moreno, que terminó con la protesta de Octubre de 2019, y el derramamiento de sangre que se dio en la ciudad, por eso, Alburia como expresión artística no se desentiende de ese tema, y lo toma como parte de una problemática de esa realidad en sus letras. Se alejan del sentido panfletario, sino más bien, son inconformes ante el sistema, ante ese modelo político de sangre y muerte. Alburia reacciona con el arte.

 

Un levantamiento en octubre de hace años se forjó/ pero un asesino presidente con las armas reprimió/ nadie hizo nada por los muertos todo el mundo se calló/ y la corrupción sigue sentada en presidencial sillón/ vivo en un lugar donde el gobierno es enemigo del país

 

La canción todo está bien es testigo de esa época que quedará marcada en el imaginario de las injusticias sociales del país. La denuncia social con los Alburia se convierte en estética y rebeldía, para ellos, la identidad, la apropiación de los suyos se convierte en tema clave para la nueva sensibilidad del rock en Ecuador.


 

En media entrevista, suena el timbre de la casa, José abre la puerta y es Juan Carlos, quien trabaja la publicidad de Alburia, y trae una funda grande con implementos de este trío de rockandroll&blues, camisetas, llaveros y unas maracas, todas tienen un dibujo en particular, cuando les pregunto, el porqué de esa imagen, José me dice que es la mascota del grupo, que se llama El Pepo.

 

José explica que el 31 de julio de 2021, cuando iba a ser su primer concierto en la Casa Uvilla, que queda por el sector de Miraflores, la organización les solicitó una foto, pero ellos descuidaron ese asunto y tenían fotos con los anteriores miembros de la banda, por lo que José Luis, mediante el uso del editor de fotos del celular se dibujó, quedando ese como el logo de los Alburia, que ahora se le ve en las camisetas, en los demos y en sus redes sociales.

 

La ciudad es un espacio de transformación, de añoranza, de entrañamiento. Poetizar la ciudad es descubrir sus diferencias, pero así mismo es mirarse en el espejo, mirar lo íntimo de nosotros, abandonarnos y seguir el camino. En la canción tarde cansada nos dicen:

 

Tarde muy cansada solo quiero llegar/ coger mi guitarra y ponerme a cantar/ frases que temblando solo llegan a mí/ hoy solo quiero cantar este blues/ la ciudad me envuelve no puedo respirar/ de las alegrías no me puedo acordar/ es tan corto el tiempo en que puedo encontrar/ necesito encontrar mi lugar.

 

No se puede pensar un poema sin recurrir a la soledad. Tarde cansada es la perfomance de la ausencia-presencia. El yo especula con la conciencia de la muerte. Alburia tiene mucho apego al rockandblues de América Latina, en la conversación salió a la luz el gran Pappo’s, la Naranja Metálica, el Tri, el Haragán, Liran Roll. Nosotros tomamos de todo para conjugar y hacer una sola en Alburia.

 

Alburia es una banda que quiere romper las fronteras entre el rock del norte y del sur, quiere llegar a todo el país. Han tocado en varias partes de la capital y una sola vez en Ambato, pero tienen presente que deben seguir trabajando duro para poder llegar a otras ciudades. Tienen un demo editado, con el cual han llegado a varios medios de comunicación, el sencillo de llama DemosAlburianos (2022).

 

Alburia cumple dos años en la escena rockera del Ecuador, para esto han preparado una gran fiesta este 15 de julio del 2023, donde compartirán con su público toda la música que han venido trabajando arduamente. El concierto será en el bar Raymi Music, que queda en la Av. Ajaví y Serapio Japerabi, a las 19 horas. La entrada está a tres dólares y se anuncia que existirán regalos para los asistentes.

 

Alburia son:

Pato Tapia: guitarra y voz principal.

Joselo Jiménez: bajo y coros.

Williams Jiménez: percusión y coros.