¿Cómo he podido estar, por más de 10 años,
detrás de la edición de una revista metalera? Es una pregunta que me suelo
hacer con más reiteraciones de lo debido. Y siempre, tras la interrogante, regreso
a la percha donde consta mi colección de fanzines, zines y magazines
ecuatorianos y del extranjero, entre ellos la colección de la Marfuz, su
historia que es mi historia comprimida en aquellas páginas.
¿Que cómo he logrado hacerlo? Creo que
soy un masoquista convencido de su oficio de periodista, uno que con los años
ha ido confirmando la importancia de los medios rock metaleros en el país, en
la ciudad, de mostrar las historias que están al margen dentro de una escena
que a veces no quiere ver más allá.
Desde el primer número, sencillo, con
errores ortográficos y argumentos inmaduros, hasta el reciente número 23,
existe todo un proceso, donde lo que ha predominado es un periodismo que ha
buscado a toda costa evidenciar al país desde sus bandas, su público y las
historias que se ha podido vivir.
Con auspicios esporádicos, con la
autogestión a cuesta, con la distribución lenta y a pérdida, jamás me propuse
ganar dinero mediante la revista (aunque tenga un valor simbólico). El objetivo
desde el inicio fue el de apoyar a las bandas que aparecían en Manabí (como
parte de la casa a la que me pertenezco) y del país. En las páginas de la
Marfuz quedó atrapada la existencia de varios proyectos y agrupaciones que hoy
son parte de la historia del metal nacional.
Me he resistido a matar a la Marfuz (ya
he tenido algunos intentos) y volcarme
al Ego Abominable (esta bitácora que es como el hermano menor del zine y donde
continúo escribiendo y publicando con la inmediatez que ofrece la internet).
Hoy, con un nuevo número en circulación,
con historias que hablan del metal ecuatoriano, aquel que no aparece en los
medios comerciales de Ecuador, con amigos y amigas que se han sumado a la
revista, colaborando desinteresadamente con sus textos, la revista sigue. He renovado
mi amor por ella. Me he vuelto a reconocer como un periodista que sigue en una
lucha personal: la de volver a los rockeros y metaleros, tanto manabitas como
del país, lectores de historias que hablen de sus bandas y de los temas que les
interesan.
Vamos Marfuz, y que tu nombre se aleje
de su maldición.
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