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Xavier junto David Ellefson. |
Han pasado más
de tres meses desde la segunda llegada de Megadeth a Ecuador. Un día memorable
para los miles de fanáticos que se dieron cita en el Ágora de la Casa de la
Cultura, en Quito, el 22 de abril. Un día que los acompañará mientras el metal
continúe siendo parte de sus vidas.
Contactamos con
uno de sus fans acérrimos y le pedimos que escribiera sobre su experiencia
previa y en el concierto, el resultado ha sido una explícita y desbordante
crónica que les hará rememorar los mejores momentos de este concierto.
Por Xavier Soto
I.
Fan, forever
¿A qué hora
sales? Esperaba impaciente en el parque mientras respondía que ya bajaba.
“Puta
cómo es jodido trotar en esta ciudad, el sol pega tan directo y las montañas me
acosan, no lo recordaba tan jodido la vez anterior. Cuánta gente a esta hora en
el parque. ¿Será feriado o son desempleados? Bueno, aprovecho trotando, en
Santiago y más aún en Buenos Aires no podré hacerlo sin ser interrumpido. Mis
tendones tienen que estar a punto para el doble bombo que me exige. De vuelta
al hotel”.
—¿Chuta,
será? ¡Claro que es! Amor, mueve —pienso
mientras la veo cruzar tan grácil. Vengo por ella y por la banda, pero vengo
por ella.
—Ni sabes, acabo de ver al baterista
corriendo hace dos minutos.
—No
jodas. ¿Estás seguro?, —pregunta—. Y casi que sí —le digo, mientras busco alrededor del
parque para reafirmarlo—. Es que
apenas lo vi de reojo.
—¿Por
qué no te quedas buscándolo mientras yo realizo mis trámites?
—No,
—le digo—, yo te acompaño, además no creo tener tanta suerte.
—Nada,
quédate acá y te timbro al salir del banco.
—Bueno,
pero creo que es en vano igual.
Me despido y
deambulo en el parque de enfrente, recorriendo visualmente la periferia del
parque en busca de un tipo gringo con cara de baterista. Y de pronto me pierdo
entre la cantidad de gente subempleada y la que tiene tiempo para pasearse un
lunes en la mañana en un céntrico parque de la capital; entre la señora del
maduro con queso y un grupo de gitanas que ofrecían leer mi futuro en el café y
el tarot, sin saber que leo esa tragedia en mi espejo todos los días, logro
distinguir de nuevo al sujeto bastante alejado y me dije: ahora.
Corro detrás de
él gritando ¡Shawn! ¡Shawn! Pero creo espantarlo pues acelera su paso e ingresa
al hotel con más rapidez.
“Tres
kilómetros, no puedo hacer los cinco habituales, la altura pesa, ojalá no me dé
problemas en el show. Me esperan los muchachos para comer, mejor me apuro. Es
un buen día para conocer la ciudad. Cómo que escuché que alguien me llamó.
¿Será que alguien me reconoció? Oh, un tipo con cara de alterado corre a lo
lejos en mi dirección, mejor entro, no la vaya a cagar empezando la gira en
Latinoamérica. Good morning”.
Dudo en la
puerta al ingresar. Es un hotel de lujo y a veces los botones y la gente del lobby son como la verga. Qué chucha, entro.
—Disculpe,
¿se aloja Megadeth aquí?
—No
sabría decirle, pero esto no es un lugar público así que le pido que se retire,
—me dice un tipo vestido de Pepe
Grillo—. A quién le pregunto
también, pienso; mientras veo a David Ellefson saliendo al lobby y grito su nombre, a continuación un “a picture please”, en
el inglés de Tarzán que me manejo, y él, muy amable y con una sonrisa dice
“claro”. Me dirijo al Pepe Grillo: ¿podrías hacer el favor? No le quedó más.
Sonrisa emocionada la mía, cordial la de David; le enseño la entrada y me dice “cool man, see you there”. Suelto un
gracias y Pepe Grillo me señala la puerta. Primera sorpresa. Así empezó el
concierto de Megadeth para mí.
II.
Reckoning day
Después de seis
años de su primera venida, el cuarteto formado en San Francisco, regresa para
celebrar uno de sus discos más exitosos, Youthanasia, publicado hace 20 años,
cuando ya reafirmaban su madurez musical sin dejar de lado la vena visceral que
en base a guitarras técnicas progresivas, el speed propio del género, líricas bien pensadas y la voz del eterno
líder, hacían una marca registrada en el metal mainstream.
Doce de la
mañana del siguiente día. Una sola cola. Había estado nublado antes, pero el
gracioso sol decidió hacer fila, la puta madre. Dar la vuelta es por gusto, no
conozco a nadie, así que al fondo está vacío. Ella vino. Almuerzo de vereda y
escocés, sí, jamás imaginé tomar Doble Black en una fila (ni en ningún lado)
pero era Megadeth, entiendes, y ella trajo mi segunda sorpresa.
Ya tostados
entramos golpe de seis de la tarde y a esperar. Las horas invertidas en el
viaje (sin hablar de lo monetario) las horas en la cola, todos los dolores
acumulados quedan en stand by
mientras se está ya dentro del recinto. Ya pasó el tira y jala con los pacos y
la seguridad interna, el público ha madurado, ya se comporta, no decide romper
la valla, bueno yo, pero porque estaba entonado, pero solo yo. Así que más
quietos se espera a Basca.
Basca a estas
alturas se ha convertido en la banda del hermano mayor que tenemos en el
Ecuador, o sea a base de persistencia, registros discográficos, un puñado de
canciones que han calado entre los oyentes que crecimos sintonizando radios AM,
a las que tenías que poner de cabeza o improvisar un cordel como antena (hablo
de mi generación en Guayaquil) y girar por todo el Ecuador, quizá es la banda
que más hemos visto en escena y por ello se los ve con bastante cariño y
empatía, pero cuidado con la sobreexposición como telonera de las bandas internacionales.
Basca en escena.
Falla el sonido de entrada. En las dos primeras canciones apenas se escuchó a
Juan Pablo, el vocalista, pero ya con cancha manejaron la situación y el
público comenzó a cantar de memoria sus canciones, igual no deja de ser una
falta de respeto por parte de la producción, sobre todo en lo que vendría
después. Clásicos sonaban e incluso presentaron una canción nueva: “Agresor
convicto”, muy en la línea de su último trabajo, confirmando el compromiso como
artistas de esta leyenda cuencana manteniéndose en vigencia, el cierre con
“Ándate” y sacadero de chucha en el pit.
Se despiden agradeciendo el apoyo, a pesar de todo, no es culpa suya muchachos.
Esta es la
espera más fatídica en los conciertos y la más larga; empiezas paciente como la
naturaleza, y como esta, todo se va haciendo añicos, más cuando giras y ves a
las cuatro mil personas alrededor, la bandera gigante con el logo de la banda,
y si bien en mi caso es la segunda vez que veo a la banda, y por supuesto no
será la última, nos cobija el mismo entusiasmo de poder presenciar a uno de los
pedestales del thrash mundial, el género que pisó el acelerador con
contundencia y crítica social, escapando un poco a la fantasía del heavy y que
fue puntal para el metal extremo; por otro lado vamos a ver a Mustaine, el
compositor y una de las guitarras más reconocidas dentro del género, su figura
se erige a la par del nombre de la banda que él creó como Lemmy o Alice Cooper,
una banda parida desde el orgullo y la rabia después de la consabida historia
de su expulsión de la otra banda gran banda de San Francisco, sonar más rápido
y mejor fue su consigna y a muchos nos parece que lo consiguió.
Nueve y treinta.
Megadeth retorna a las tablas ecuatorianas que conquistó hace unos años atrás
en la Plaza de Toros. Se apagan las luces y reconocemos su melena pelirroja
saliendo de la oscuridad y sin darte respiro, un onda expansiva sale del
escenario con las guitarras
acuchillantes de Hangar 18, una de las joyas del Rust in Peace (mi favorito) y
se prendió la mecha de una bomba. ¡Para eso venimos chucha! “Inteligencia
militar, dos palabras que juntas no tienen sentido”, ja, ja, ja, me agradas
Mustaine.
En seguidilla
suena “Wake up dead”, con todo sus cambios de ritmo y el virtuosismo en todo su
esplendor. Aquí más que en otras canciones se nota la técnica de la araña (The
spider chord) que él inventó en sus inicios. Lo ha perfeccionado ahora y ha
sido emulado por muchos.
Los acordes
suaves de “In my darkest hour”, dedicada a su amigo Cliff Burton, fueron
recibidas con escándalo por tratarse de las más emotivas. Y vaya que acá
Mustaine demuestra su calidad compositiva y melódica, una muestra:
Después del
intro melódico, empieza una marcha de riffs
heavies que acompaña el reclamo de un novio afectado en su hora más oscura:
“En mi hora de necesidad ¡ja! tú no estabas ahí / y aunque te busqué no me
diste la mano / en mi hora más oscura tu gracia no brilló en mí / eso se siente
frío, muy frío / nadie se preocupa por mí”. Y cuando se pone más serio acelera
el tiempo: “¿Pensaste alguna vez si me siento solo? (…) No sabes cuánto me costó encontrar mi
espacio y satisfacerte también / ahora que muero por ti / aún se me eriza la
piel al respirar tu nombre”. Y acelera, acelera mal: “La soledad no solo la
sienten los tontos / solo trato de aliviar el dolor deseando ser abrazado a ti
/ solo, tan solo, estoy perdido / ¿no me sostendrás de nuevo? Tú solo te
reíste, ¡perra!”. Y ya todo va mal, el tren comenzó a andar con todo, menos con
el sonido, comenzó a fallar ligeramente, pero aún soportable, haciendo que después
de “Kingmaker” se parara por primera vez el show.
En esta pausa
Dave demostró la apertura de su personalidad, pidiendo disculpas por el
problema de sonido, interactuando y pareciéndose sentir cómodo con el cariño
del público en esta parte del mundo. Hace unos años atrás, en la Plaza de
Toros, donde sembró esa semilla de relación con el público cuando encontramos
un Dave humilde y afable, entonces teníamos la imagen del tipo rudo que tenía
problemas de manejo de la ira que le costó ver desfilar más de una decena de
músicos en su banda y peleas con otras como Metallica, Slayer, Motley Crüe,
etcétera, pero con el devenir de los años o algún tipo de experiencia personal,
lo ha vuelto más sociable y esta vez se potencializó su relación con esta
tierra de volcanes que bostezan a menudo.
Reinician con el
“Hello me…” del clásico “Sweating
bullets” y su diálogo consigo mismo
del personaje torturado por la locura donde advierte que si no termina esa
guerra en su cabeza terminará muerto. En seguida “She-wolf” y en el clímax de
la canción, que es el duelo de guitarras de riff
heavy junto con Chris Broderick, se acercan al borde del escenario para
deleite del entusiasta, lo que hace que no se sienta la mordida y falla del
sonido de manera fatal, molestando a la banda. Aplausos Prosonido. Otra vez el
líder de la banda aproxima a los asistentes.
Regresan a tocar
“Dawn Patrol” y se presentan sendos problemas de audio y además en las tres
pantallas de video de fondo, que debieran soportar la parte del show más allá
de la música, como una banda de este calibre merece. Esto dejó de ser divertido
para Dave y el resto. Se paró el show alrededor de 15 minutos hasta estar
seguros de que esté superado el desastre. Regresaron directo a sus instrumentos
sin interacción, entendible, para hacer sonar “Poison was the cure”, como para
de entrada recuperar el ánimo de ellos pues igual la gente los animaba y
entendía que no era problema de ellos y todo bien.
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El trofeo de Xavier. |
Con su
lugarteniente David Ellefson, su compañero de juerga de inicios y el bajista de
los discos más clásicos animando y el artillero Shawn Drover desde las batacas
soportando el inicio de “Trust”, la fiesta se volvió a encender, aun así Dave
haya cantado con mal español (como todos los gringos que lo intentan)
“...traicionados por la lujuria” para luego comenzar el set del disco en homenaje.
Y es que con
Youthanasia, lanzado en Halloween del ’94, en medio de una época dura para el
metal, ya que el grunge estaba en todo su apogeo y los grupos ochenteros
pasaban por crisis de receptividad, Megadeth supo salir adelante con la fuerza
de sencillos como “Reckoning day”, donde el riff
de guitarra como ferrocarril en movimiento sostiene el ritmo de la canción.
El vídeo de la clásica portada del álbum con los bebés colgando en un tendedero
se proyectaba en la pantalla y luego la canción del disco en tributo
“Youthanasia”, que ha sido re ensayada para esta gira, canción no muy tocada
para otras ocasiones y por ello fue solo preámbulo para una de las más
coreadas: “A tout le monde”, la canción de despedida donde se nos invita a
sonreír al recordar al ser amado que se ha ido “…a tout les amis” -que chucha
si todos somos gringos por qué no cantar en francés también- siendo tal la
respuesta de sus “droogies” (como Dave llama a los fans, basado en como llamaba
Alex DeLarge a sus compinches en La Naranja Mecánica) que simplemente nos dejó
cantar para terminar aplaudiéndonos todos y a unos centímetros del suelo.
Y si empezaron
con velocidad, tenían que rematar a morir. Bombo de Shawn marcando el compás para
las palmas. Oh ese bajo de Ellefson, un tic en la pierna y un nervio
desconocido se despierta; guitarra de Mustaine, ¾ de boca abierta “What do you
mean, I don't believe in God?” se siente como la
más eléctrica de las versiones de “Peace sells…”. En el remate final se desarma
el Ágora, se agitan las melenas, el mosh se prende, retumba la casa, la mascota
Vic Rattlehead sale a escena como político agitando a las masas al desenfreno y
empujándolo al filo de la anarquía. Termina y un segundo después estamos
gritando el “Megadeth, Megadeth arrecho Megadeth”. Grita Ecuador tu país,
“Symphony of Destruction”, ya para estas alturas lo reconozco, ya no se extraña
a Marty Friedman, a pesar de ser un romántico, pienso que Chris Borderick supiló
con creces al zambo y se ha posicionado como la mejor dupla guitarrera para
Mustaine, le falta construir un clásico.
Dave agradece la
respuesta, le pasan una bandera tricolor, la coloca en los hombros, la amarra
al pedestal, hace un amague con la guitarra y arranca con uno de los riffs más honestos y viscerales del heavy metal que promete
pisar el acelerador a fondo. Política y religión cobijan al mundo para ser
llevados como ovejas y lavarnos el pensamiento canta el “colorado” y podría
fundar un estado en este recinto, afuera que se jodan. Imágenes de líderes
políticos al fondo, hace una pausa para presentar a la banda con Shawn
manteniendo el ritmo, el mismo de las pulsaciones del corazón y remata con la
coda final y el tren se descarriló a propósito y Mustaine decidió estrellarnos
con una pared y nos fuimos a la mierda, las dos guitarras desmoronan los
cimientos “...of the overdose” y aporreo el aire con mi cabeza “and the lack of
mercy killers”. Baja el volumen, qué
velocidad tiene esa vaina! Carajo córtate el cabello “mercy killers, mercy
killeers”. Tengo una guitarra de carne a
mi lado donde los acompaño en el solo “kileeers, killeeeers” ¿bramó un volcán? “next thing you know
they’ll take my thoughts away”. Fin.
Ovación afónica,
más brazos que voz, alguien coronó acá. Vuelve a agradecer por tolerar los
problemas técnicos, prometen volver y los volveremos a ver; de tan buen humor
estaba Dave que bailó, en serio bailó e hizo “air guitar” cuando estaba
saliendo del escenario con “My way” de Sid Vicious.
Eso de tener el
corazón lleno de música te devuelve optimista y quieres más tiempo; a la salida
tercera sorpresa: me regalan una vitela firmada por Mustaine caída en manos
equivocadas. Fue mi día de ajuste de cuentas, ya puedo acogerme a la
Youthanasia.