Nos
encontramos en días peligrosos para los rockeros y metaleros de Ecuador, días
donde las tentaciones desde un monstruo de sonrisa y regalos está activo y
dispuesto a todo con tal de lograr sus objetivos. Días oscuros donde el
beneficio de pocos es la ley, donde lo sinvergüenza se volvió esencial, donde
la fantochería y el desparpajo no tienen límites. Son días previas elecciones
para las alcaldías municipales, y una gran mayoría de rockeros y metaleros
ecuatorianos están siendo políticamente correctos a intereses partidistas.
No
se trata de vestir literalmente la camiseta de tal o cual candidato, el
problema subsiste más allá de cualquier forma multicolor. El problema, desde la
tentación de los partidos políticos y sus representantes, está en la búsqueda
de suplir las necesidades de otros, esos otros que nunca han importado, esos
otros desechables y que cuentan solo de dos maneras: como voto y como masa
satisfecha que apoya implícitamente.
La
historia del país nos ha enseñado que la política y sus representantes son, en
su mayoría, unos falsos, representaciones coyunturales en busca de votos,
modelos estereotipados de lo que quisiéramos que fueran pero que no son, a
penas espectros rondando nuestros hogares, siempre en busca de estrechar
nuestras manos para dar por hecho un pacto de apoyo invisible.
Lo
peligroso de esta situación es saber que los candidatos están convenciendo a un
cierto sector de rockeros y metaleros, que han sucumbido ante la tentación de
suplir las necesidades que poseen. Y sí, se puede jugar de dos formas: uno:
simular un apoyo donde no lo hay, donde lo único que importa es el beneficio de
lo que ofrezcan, sin que haya compromiso de por medio. Dos: dejando que se
aprovechen de lo que se ofrece, pero sabiendo que aquella masificación engañada
es una masa aprovechable a la maquinaria propagandística.
No
hablemos de actores rockeros y metaleros intentando entrar al terreno de la
política, puede que siendo parte del engranaje del poder, por lo menos desde
los gobiernos autónomos descentralizados, haya aportes sustanciales y
permanentes en beneficio de cubrir las necesidades socioculturales que se
padece aún desde algunas ciudades pequeñas (aunque exista el antecedente de lo
mutable en la política y sus representantes).
Hay
que estar alertas, no todo apoyo, no todo aprovechamiento, resulta el más
adecuado para un movimiento cuyo discurso ha sido el de la independencia y
rebeldía, el no estar bajo el yugo de oportunistas, menos siendo peones de un
juego sucio y casi siempre repugnante llamado politiquería.
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