Hay un retorno en este Sin retorno (Independiente, 2011) y es ese volver una y otra vez a los trece temas que contiene. A ese ciclo acelerado que representa el power metal que interpretan, a sus quiméricos anhelos, a sus letras ancladas en historias alucinadas, que habitan un campo donde la valentía, el amor y el honor conforman un cuerpo enunciativo preciso (sobre todo si se tiene como antecedente el género).
Tras el tema introductorio e instrumental, la canción que da nombre al álbum abre con garra y decisión a todo un trabajo rico en pasajes musicales, estribillos planeados al detalle (lo que ya dice bastante del compromiso compositivo de la banda) y una conjugación acertada en el orden de los temas. No es improvisado que primero se eleve al oyente con las canciones más desenfrenadas, luego se los apacigüe con baladas y finalmente se retorne a la partida.
Así esta banda ecuatoriana (quiteña) ha emprendido un viaje que no tendrá retorno al silencio, porque sus temas, aquel concepto totalizador que aparece y transita en el álbum, necesariamente debe reafirmarse (sobre todo desde los temas insignes: Sin Retorno e Infinito) dentro de un movimiento metalero globalizado (y ante esta realidad) ausente de asombro y ávido de nuevas experiencias musicales que no necesariamente encuentra en las bandas nacionales. Todo un reto para esta y el resto de bandas del país.
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