Por: Luis Fernando Fonseca
Round 1: El
deceso de un Macho
<<El boxeo
va más de sentir dolor,
cuando no
devastadora parálisis psicológica,
que de
ganar>>
Joyce Carol
Oates
Fue tres
veces campeón mundial en los 80, pero en 2012 Héctor “Macho” Camacho no pudo noquear al narcotráfico. Falleció el
24 de noviembre tras recibir un balazo
en la mandíbula por un supuesto ajuste de cuentas. El ex boxeador puertorriqueño
tuvo problemas con el alcohol y las drogas durante su carrera. No es una
historia suelta, arbitraria ni común. Es la ley de los campeones en una lucha
de la que –saben– no obtendrán más que penas.
El púgil se entrena consciente de que ponerse los
guantes es un trabajo infame que seguramente le negará la paz de su juventud y
el descanso en la vejez. El Rock & Roll consume a quienes lo defienden
porque no les da una recompensa tradicional. Pero los dos merecen la pena. No
admiten quejas. Son una rabieta de quienes desde la infancia se
vieron atraídos por los acordes que inventaron grandes genios de las cuerdas de
acero sobre las tablas, o, inmensos artistas del dolor sobre la lona.
El box solo trae penas a quienes lo practican. Por
ese digno desencanto su música de fondo siempre será el Rock.
Round 2: Rock & Box
<<Yo y mis pares estamos acá para dar lo que hay que dar,
por sentimiento, locura y pasión se nos ve de negro vestidos;
soy metalero por propia elección ¡no me rompa las bolas oficial!
a fondo blanco estoy festejando lo mejor del Heavy Nacional>>
Ricardo Iorio
La desgracia en una banda de Metal no es simple anécdota.
Se trata, como en el deporte por antonomasia –donde el emblema es la persona,
no el equipo o la camiseta– de ‘dejarse la piel’ como lo hizo en el
cuadrilátero Oscar Natalio Bonavena al enfrentar al gigante Muhammad Ali:
—I kill
you!... Chicken, chicken, Vietnam—se
burlaba Bonavena. Ali –nacido
Cassius Clay y llamado así hasta
antes de adoptar el Islam como religión para no ir a la guerra contra el Viet Cong–
solo escuchaba las provocaciones del boxeador gaucho cuya admiración por el
baterista de The Beatles le valió el
pseudónimo de ‘Ringo’.
15 rounds
después, una Argentina paralizada acompañó a Bonavena en su estoica hazaña:
lograr que uno de los más grandes atletas de la historia admitiera su temple.
<<Una muestra de coraje pocas veces vista>> jadeaba magnánimo el
norteamericano luego de la batalla.
‘Ringo’ se puso los guantes desde los carnavales de
su infancia porque el de boxeador era el disfraz más barato. La pobreza en que
creció el argentino recuerda la atmósfera oscura, inaprensiva que envuelve el
retrato de José María Gatica en “el Gato”
película del recién fallecido Leonardo Fabio.
En la década de los 60 ya era profesional a pesar de
perder su primer combate, en esos años fue descalificado por la Federación
Argentina de Boxeo al morderle el pecho a Lee
Carr sobre el cuadrilátero (hasta Mike
Tyson le debe esa maña a este Maradona del boxeo).
Dio la vuelta en el estadio del Club Atlético Huracán,
el equipo de sus amores, al son de lo que sería un himno en su honor: “Somos
del barrio / del barrio de La Quema / Somos los hinchas / de Ringo Bonavena...”
Solo perdió en 9 ocasiones, y, en 44 de sus 58 peleas ganó por K.O.
El dinero lo asemejaba a un Rock Star desenfadado que se rodeó de lujos luego de conocer la
fama; dio un salto al cine y –quizás para parecerse a Gardel– hasta grabó una
canción. En reprimenda a sus declaraciones, fue boicoteado por los empresarios que
ocultaban la corrupción ya latente en este deporte.
Su periplo por Estados Unidos lo llevaría al abismo
cuando, en el ‘76, vendieran su contrato al italiano Joe Conforte. La mafia siciliana decidiría el destino de Bonavena. Peleó
contra a Billy Joiner ¡en un burdel
administrado por La Cosa Nostra!
Sally Conforte, esposa del mafioso y la última persona con quien Bonavena
firmó un contrato, no pudo lograr una batalla más. Solo provocó los celos de Joe. Luego de varias amenazas contra el
boxeador, lo citaron para dejarlo en libertad luego de su fracaso. Pero el
sábado 22 de mayo de 1976, lo acribilló Williard
Ross Brymer, guardaespaldas de los Conforte.
En Argentina, una estatua de tres metros de altura lo
recuerda; la tribuna de Huracán y una calle de Buenos Aires llevan su nombre; y,
Almafuerte (la banda de Rock Pesado que acaba de publicar “Trillando la fina”) ilustró
la garra de todos los metaleros nombrándolo en una canción: ‘Aguante Bonavena’
Elvis y Oscar Natalio Bonavena. |
Round 3:
“La verga de Cristo”
<<No joda, champion, tú sí
pegas durísimo.
Por mi madre que tú eres la verga
de Cristo.
Un campeón mundial más grande que
tú no nace,
y si nace no se cría,
y si se cría no llega a
viejo>>
Alberto
Salcedo Ramos
Cuando a Antonio Cervantes Reyes le decían que el azar
del vicio podía depararle la derrota, dejaba la cocaína en la mesa, la bronca en los bares y a la
amante de turno afuera. Se iba a entrenar. “Kid Pambelé” fue el primer campeón mundial de boxeo que tuvo Colombia. De
niño lustró botas, en la adolescencia vendió cigarrillos de contrabando. La
segunda vez que aspiró al título welter
junior salió vencedor. Había competido en 48 peleas en que disparó, sin
elegancia, sus contundentes ganchos de izquierda.
Pambelé ganó mucho dinero. Hizo obras en San Basilio de Palenque. No
obstante, los lujos mermaron su gloria. Con él los colombianos aprendieron a
ver boxeo por televisión, madrugaron para ver al campeón defender su título en Japón,
Corea y Filipinas. Además, es el boxeador colombiano que mayor tiempo ha
mantenido el cinturón de campeón, y el que más veces lo defendió. Su vida
gloriosa y trágica está retratada en ‘El Oro y la Oscuridad’ obra del cronista
barranquillero Alberto Salcedo Ramos.
Round 4: La esperanza de una hembra
<<¡Levántate, hijo de perra!
porque Mickey te ama>>
El manager
de Rocky Balboa
Clint Eastwood logró llevar al cine una joya
épica cuando dirigió y actúo en ‘Millon
Dollar Baby’ la historia de una luchadora madura que cae en desgracia. Las
canciones de Survivor que acompañan a
Sylvester Stallone en su saga de ‘Rocky’ son, en su mayoría, baladas que
sintetizan el sufrimiento de Adrian,
la esposa del boxeador. El box no solo es cosa de hombres.
La
campeona mundial de boxeo peso superpluma, Kina Malpartida no nació en la
miseria. Su padre fue un surfista famoso que murió en un accidente de paracaídas. Su madre, una top model de pasarela y revistas de moda.
La
peruana, apodada “Dinamita” consumió drogas y alcohol. Estuvo internada durante
dos años en Lima, de donde marchó rumbo a Australia en 1999. Allí la entrenó Jay Thomas, ex asaltante de bancos, un
presidiario alcohólico y violento que la puso de sparring de hombres. También
soportó los golpes de una campeona de muay
thay con el fin de entrenarla: <<Me masacraba, pero era una linda
chica>> le dijo a Daniel Titinger, periodista de Etiqueta Negra.
Segura
de su temple mudó a EEUU para ser campeona. Ahora que ha develado que su padre
se dedicó al narcotráfico además de a los deportes extremos, prepara un libro
en qué contará cómo llegar al éxito, <<la mejor venganza>>.
El Knock-out
Hay
boxeadores que son lo que que Cus D’Amato
–el entrenador que descubrió a Tyson–
llamaba “un-caso-que-dejó-de-valer-la-pena”, es decir, que por haber probado
las mieles del placer pierden el apetito de ring
cayendo en desgracia, pocos se salvan; en cambio, los rockeros son lo que
Barón Rojo llamó ‘hombres sin moral, casos perdidos para la sociedad, casos
ganados para la libertad’.
La
banda sonora de estos campeones tiene que ser de acero, como ellos. Y su garra se
forja cuando padecen la calle, todos los días, y salen del encierro de lo cotidiano
para ser olvidados en lo que eligieron y ganaron, aunque viven perdiendo.
Muy buenas metáforas.
ResponderEliminarLa gloria vestida de obscuridad, prejuicios y rechazos, alcanzada solo por la lucha diacrónica que se repleta de dualidades, opuestos y contradicciones.
"...ganaron, aunque viven perdiendo"
Genial el artículo hermano.